Chuos no es una canción: es una noche que se te mete por la ventana, te coge por la muñeca y te arrastra a donde sabe que no deberías ir… pero vas.
Juseph y Quevedo se juntan para armar un tema que huele a discoteca, a sudor, a copas caras y a ese juego de miradas que ni tú ni la otra persona quieren admitir, pero que está pasando igual.
La vibra del tema es pura picardía canaria. Se nota desde el principio: la noche “va para mí”, para él, para ella, para nadie más.
Juseph entra con ese descaro tan suyo, mezclando humor con tensión sexual, hablando de “botellas”, “misión” y ese orgullo de bandera canaria que siempre mete en sus barras.
El tipo no da puntada sin hilo: te lleva de la mano entre el vacilón y el momento explícito sin bajarle el flow. Son rimas que se sienten como un guiño, como un “tú sabes”.
Y cuando entra Quevedo, la cosa cambia de color. Él le mete ese tono más suave, más melódico. Su parte es más sensual, más envolvente, casi como si estuviera cantando al oído.
Quevedo siempre sabe convertir cualquier instrumental en un cuarto oscuro donde solo importan dos cuerpos, y aquí lo hace otra vez: mano sobre mano, piel sobre piel, cero preguntas.
🔥 Vibra nocturna y picardía canaria
Chuos es ese tema que te recuerda a esas noches que se te van de las manos, pero que al día siguiente sigues recordando con una sonrisa porque, sinceramente, valieron la pena.
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